martes, 18 de febrero de 2025

Un árbitro en la encrucijada.

En el vasto teatro del fútbol español, donde cada partido es una obra dramática y cada árbitro un director de escena, emerge la figura de José Luis Munuera Montero. Un colegiado que, más que un simple silbato en el campo, parece haberse convertido en el protagonista de un thriller con giros de guion inesperados dignos de Alfred Hitchcock.

Desde que la cuenta de X @Fanaticos_RMCF destapó el escándalo, los implicados han empezado a borrar información en LinkedIn a una velocidad digna del VAR en una jugada dudosa cuando conviene. Perfiles, conexiones y datos han comenzado a esfumarse como si alguien hubiera activado un botón de autodestrucción en sus cuentas.

Si no hay nada que ocultar, ¿por qué tanto empeño en borrar el rastro? Es una pregunta que queda en el aire mientras el escándalo sigue tomando fuerza.


El árbitro que no entendía inglés pero sí las conexiones empresariales.

Munuera Montero ha sido protagonista de episodios surrealistas en el terreno de juego. Recientemente, en un encuentro entre Osasuna y Real Madrid, mostró una tarjeta roja directa a Jude Bellingham por una supuesta falta de respeto. El problema es que el árbitro no entendió bien el inglés del jugador, lo que llevó a Carlo Ancelotti a ironizar sobre la situación con un elegante "No ha entendido el inglés de Bellingham".

Si en el césped el árbitro parece tener problemas con los idiomas, en el mundo empresarial parece hablar con una fluidez sorprendente. Una genial investigación periodística de David Vicente y Jorge Calabrés en "El Español" ha destapado conexiones empresariales sospechosas entre Munuera Montero y altos cargos de LaLiga, el VAR, la UEFA y la RFEF. En otras palabras, el árbitro no solo pita, sino que también parece moverse con soltura en los despachos donde se decide el futuro del fútbol español.



Sus decisiones en el campo son como un traje mal confeccionado: demasiado estrechas para algunos equipos y sorprendentemente holgadas para otros. Es como si el sastre hubiera cortado la tela con los ojos cerrados, dejando a todos preguntándose si el error fue del cliente o del modisto.

Pero la magia de este sastre no solo está en el arbitraje. Según "El Español", Munuera Montero es socio de altos cargos del VAR y de LaLiga en una red empresarial que cuenta con la UEFA y la RFEF como clientes. Traducido al lenguaje del fútbol: el árbitro no solo controla el partido, sino que también tiene intereses en el diseño del reglamento.

Si el Caso Negreira nos dejó claro que tener amigos en el arbitraje ayuda, lo de Munuera Montero y su "entramado empresarial" es para hacer un máster en cómo jugar con las cartas marcadas sin que se note (mucho). Porque, a ver, ¿cuáles eran las probabilidades de que un árbitro con conexiones con clubes como el Atlético de Madrid y con una empresa que colabora con el Manchester City, justo en la semana decisiva de Champions, decidiera dejar al Real Madrid con 10 jugadores en el minuto 39 por un simple malentendido?

Sí, porque el bueno de Munuera no solo dirige partidos, también tiene conexiones empresariales con LaLiga, Mediapro (conocida por ser un bastión de culés) y hasta la UEFA. O sea, los que organizan, retransmiten y supervisan las competiciones donde él mismo arbitra. ¡Más que un árbitro, parece el CEO del fútbol español!


Y, qué casualidad, días antes de que el Madrid se la juegue en el Bernabéu contra el City, Bellingham recibe una roja por hablar en inglés (idioma que, al parecer, Munuera entiende tan bien como un gato entiende álgebra). El Madrid, sin su estrella en Liga justo antes del partido clave de Champions, y el City, que curiosamente mantiene relaciones comerciales con la empresa en la que Munuera está metido, frotándose las manos.



¿Un nuevo "Caso Negreira"?

Cuando alguien menciona "árbitros" y "relaciones empresariales turbias" en la misma frase, el fantasma del Caso Negreira aparece como si de un susto de película de terror se tratase. Las similitudes son inevitables: un árbitro con conexiones en los despachos, una red de relaciones difíciles de justificar y una afición cada vez más escéptica con la imparcialidad del arbitraje en España.

No se trata de acusaciones directas, pero en el fútbol, como en las novelas policíacas, cuando demasiadas piezas encajan perfectamente, es normal que se enciendan todas las alarmas.

Mientras el escándalo de Munuera Montero y sus "amistades peligrosas" sacude el arbitraje, justo cuando se cumplen dos años desde que se destapó el mayor caso de corrupción deportiva de España y, probablemente, de Europa, LaLiga ha decidido sacar la lupa y ha denunciado ante el CSD un negociazo de 28 millones de euros con la venta de palcos VIP en el Camp Nou.

¿El problema? Que el Barça, que con estas operaciones mágicas ha podido inscribir jugadores y volver a la regla 1:1, lo hizo con el apoyo de una empresa de Emiratos Árabes llamada New Era Visionary Group, que casualmente se convirtió en proveedor del club en noviembre de 2024. Vamos, que esto suena más a ingeniería financiera que a una simple remodelación del estadio. Por lo visto, los inversores vienen de Catar y Emiratos, los mismos lugares de donde salió el dinero para reflotar las cuentas del PSG. Pero tranquilos, que si esto lo hace el Barça, es creatividad contable, no irregularidad.



Y por si fuera poco, resulta que el Atleti parece tener su propio Negreira, pero en una versión más moderna y refinada: sin sobres, pero con sociedades, contratos y un entramado empresarial que haría palidecer a cualquier experto en gestión deportiva. ¡Quién necesita maletines cuando puedes ser accionista del propio fútbol! 

Ahora entendemos por qué Gil Marín prefiere sacar comunicados en la prensa solo cuando le interesa, o por qué la cuenta de Twitter del Atleti calentó el derbi de la semana pasada, pero evita hablar de la corrupción de Negreira en LaLiga y la Federación (de la que, casualmente, creo que es vicepresidente). Y claro, tampoco quieren explicar por qué esta temporada están teniendo arbitrajes tan favorables. No quieren hablar mucho porque, al parecer, tienen demasiado que esconder, pero eso sí, cuando el Real Madrid se queja, nos tachan de "El Trampas" y usan la excusa de que el club blanco no tiene derecho a opinar. Qué curioso, ¿no?


Conclusión: entre la justicia y la percepción pública

Munuera Montero se encuentra ahora en el ojo del huracán. Su carrera arbitral ya era cuestionada por algunos sectores, pero estas revelaciones han añadido una nueva capa de desconfianza sobre la transparencia del arbitraje español. Es curioso ver que el resto de clubs de España se unen y alinean para condenar una simple carta del único club que parece querer reformar el corrupto sistema arbitral, mientras se quejan del mismo jornada tras jornada (este fin de semana lo hicieron Alavés, Real Sociedad o el propio Rayo Vallecano), pero callan y hacen una genuflexión ante los escándalos del Caso Negreira, de las palancas de Barca Studios, de las plusvalías de la venta de Arthur, de la venta de los palcos vips y, sobre todo, de la ayudita extra del CSD para que Olmo y Víctor pudieran ser inscritos, una vez más.

Como en toda historia de suspense, quedan muchas preguntas por responder. Pero si algo ha demostrado el fútbol español es que, cuando hay ruido, casi siempre hay fuego, y si pensabas que ya estaba podrido... todavía puede estarlo aún más.




miércoles, 5 de febrero de 2025

El Madrid, el Hércules de una Tragedia Griega moderna

En el vasto escenario del fútbol español, donde las pasiones se entrelazan con la lógica en una danza perpetua, el Real Madrid se encuentra, una vez más, en el ojo del huracán arbitral. Como si de una tragedia griega se tratase, los designios de los dioses del silbato parecen conspirar contra la casa blanca, sumiéndola en un laberinto de decisiones controvertidas y balanzas desequilibradas. No es novedad que el Madrid parezca el Sísifo de La Liga, condenado a empujar la piedra de la justicia arbitral colina arriba, solo para verla caer una y otra vez.


Recientemente, el club de Chamartín alzó su voz con la elocuencia de un orador ateniense, dirigiendo una carta al presidente de la Real Federación Española de Fútbol y al Comité Técnico de Árbitros. En ella, se denuncia una "actuación escandalosa del arbitraje y del VAR", acusando un nivel de manipulación que afecta la integridad de la liga. Este grito en el desierto puede recordar a Casandra, profetizando verdades que nadie quiere escuchar, especialmente cuando se trata de una liga donde la objetividad parece tan esquiva como un unicornio en una corrida de toros.






Las estadísticas, frías y contundentes como el mármol de Carrara, revelan un panorama desolador para los merengues. Desde la implementación del VAR en la temporada 2018/2019, el Real Madrid ha visto cómo se le anulaban 32 goles, liderando esta desafortunada clasificación. En contraste, el FC Barcelona solo ha sufrido 13 anulaciones, una diferencia que invita a la reflexión, o mejor dicho, a una carcajada irónica. Es como si el VAR tuviera una cuenta pendiente con el Madrid, mientras al equipo del protagonista de “Crónicas Carnívoras” le pasara un peine fino, pero con la ternura de un guante de seda.



Si nos adentramos en el siglo XXI, el saldo arbitral de expulsiones muestra un desequilibrio que desafía la lógica: mientras el Real Madrid presenta un balance de -3, el FC Barcelona disfruta de un +62. 



Estas cifras, que parecen extraídas de una novela de realismo mágico, suscitan interrogantes sobre la equidad en el trato arbitral. Es como si el Madrid jugara en un campo con vientos adversos, mientras el equipo de la República imaginaria, tiene siempre viento a favor.


Es curioso cómo ahora se agarran a un partido de Copa donde ambos equipos sudaron la gota gorda, terminando con un sonoro 5-2 a favor de los blancos, y se reduce toda la polémica a un solo acto: un supuesto penalti de Lunin que, a ojos vista, parece más una obra de teatro absurdo que una falta real. Y luego está la posible expulsión de Endrick, que se debe más a la impulsividad, impetuosidad y ganas de agradar de la juventud de un chaval que acababa de salir, que a la justicia divina del árbitro. Es como criticar a Cervantes por una errata en "El Quijote" mientras ignoras que escribió una de las mayores obras de la literatura. En un partido donde el Madrid podría haber hecho llover goles si hubiera salido antes de su típica siesta italiana, se centran en una gota de agua en medio del diluvio.



Y hablando de aquellos que piden equidistancia, es hilarante ver cómo los fans de equipos más modestos, con menos trofeos que dedos en una mano, claman que los grandes (Madrid y Barça) no pueden quejarse porque, según ellos, siempre han sido beneficiados. ¡Que presenten pruebas, documentos, algo más que su fe ciega! Es como si los grandes no pudieran proteger sus intereses, como si un millonario no pudiera quejarse de un robo porque, al fin y al cabo, tiene más dinero que el ladrón. Esta visión es tan simplista que parece sacada de un cuento infantil. Porque, en el fondo, el deporte debe ser justo, no importa si tienes la historia del Madrid o la de un equipo que apenas llena su estadio en los partidos importantes. 



El Real Madrid, como cualquier club, tiene todo el derecho a luchar por la integridad del juego, ya que su legado está construido sobre gestas deportivas, no sobre favores arbitrarios como sucede con otros.






El antimadridismo es un arte, digno de los pintores impresionistas, que se centra en un partido donde una o dos decisiones favorecen al Madrid, y lo pintan como el fin del mundo. Mientras, los errores en contra del Madrid pasan tan desapercibidos como un elefante en una cacharrería. Es como buscar una aguja en un pajar, pero solo en el pajar del Madrid. ¿Dónde están las protestas cuando otros jugadores hacen de las suyas insultando, agrediendo, provocando y despreciando la labor arbitral en su cara, sin que la tierra tiemble?


Es paradójico ver cómo los clamores por justicia se olvidan cuando el Barcelona disfrutaba de penaltis como si fueran caramelos en la Cabalgata de Reyes. Mientras el Madrid es diseccionado como en una clase de biología, al heredero de los calsots le pasan la vista por encima como si fuera una obra de arte en un museo.

Y mientras algunos se arrancan los cabellos por las decisiones arbitrales actuales, se pasan por alto episodios como las "palancas" financieras ficticias, que parecen más magia de prestidigitador que manejo fiscal. O la cautelar en el caso Dani Olmo, que jugó con las reglas como si fueran cartas de un juego de mesa. Es como criticar el polvo en el suelo de tu vecino mientras tu casa está llena de telarañas.


Por supuesto, el caso Negreira es la comedia de errores más grande de la historia del fútbol español, donde el Barcelona jugó al Monopoly con la integridad. Mientras, el Madrid trata de jugar al ajedrez en un tablero donde las piezas cambian de color cada jugada. 







Es un enigma digno de los más intrincados laberintos filosóficos el comprender cómo, ante la evidente corrupción estructural del arbitraje español, la mayoría del resto equipos no solo permanecen impasibles, sino que (en un ejercicio de ilógica absoluta) aprovechan para atacar al Real Madrid y meterle en el saco, en lugar de sumarse a su denuncia



El club blanco, que no pide más que árbitros imparciales, un VAR que actúe con la misma vara de medir para todos y una regeneración profunda de un Comité Técnico de Árbitros tan viciado que parece salido de un drama de Sófocles, se encuentra una vez más en la diana de las críticas, como si fuera Teseo y tuviera que enfrentarse al Minotauro solo.


¿Acaso no es de interés común que el arbitraje en España recupere su credibilidad? ¿No es esta la oportunidad perfecta, como si de una profecía de Delfos se tratase, para exigir un cambio estructural tras años de sombras, con evidencias tan contundentes como el caso Negreira, un escándalo que merece ser contado por Homero? 


Pero no, lejos de aprovechar este momento como un héroe griego para alzar la voz contra la podredumbre arbitral, muchos equipos prefieren el camino fácil: atacar al Madrid, como si fuera más sencillo culpar al mensajero que entender el mensaje.


El Madrid es la víctima predilecta, el chivo expiatorio perfecto, el blanco de todas las frustraciones y envidias. Su glorioso palmarés, su grandeza inigualable, su capacidad para reinventarse y seguir dominando el panorama futbolístico causan escozor en ciertos sectores que, incapaces de emular su éxito, han optado por convertirlo en el epicentro de sus desdichas. Es como si quisieran que el Madrid se quedara quieto como una estatua de Zeus para no resaltar tanto su propia mediocridad. 







Pero
lo más paradójico, digno de una comedia de Aristófanes, es que esos mismos equipos que critican al Madrid por denunciar un sistema arbitral manipulado y que apoyan hasta el desfallecimiento a oscuros personajes como LOUZÁN, MEDINA CANTALEJO o al líder supremo y “portacoz” de la Liga (TEBAS), son los primeros en quejarse cuando les perjudican a ellos y de acusar al verdadero Dios griego de esta historia, su FLORENTINEZA, de controlar y dirigirlo todo. La hipocresía es de proporciones bíblicas, o mejor dicho, olímpicas.



Si realmente el resto de clubes quisieran un fútbol limpio, sin sombras de favoritismos ni componendas, deberían alinearse con la denuncia del Madrid y exigir, de una vez por todas, árbitros neutrales, un VAR justo y un CTA renovado desde sus cimientos. Pero prefieren refugiarse en sus complejos históricos, en su resentimiento atávico, como si fueran los titanes maldiciendo su destierro, y en la comodidad de atacar al de siempre. Prefieren un arbitraje que parece más un laberinto de Creta que un templo de justicia, corrupto y manipulable, antes que aceptar que el Madrid, una vez más, tiene razón, como si fuera la verdad de un oráculo.



En definitiva, mientras algunos buscan tormentas en vasos de agua, el Real Madrid sigue su camino, sabiendo que estas polémicas son meras pinceladas en un cuadro mucho más grande y glorioso. Los críticos, cegados por la envidia, solo ven la sombra del gigante, no su verdadera estatura.