En el vasto teatro del fútbol español, donde cada partido es una obra dramática y cada árbitro un director de escena, emerge la figura de José Luis Munuera Montero. Un colegiado que, más que un simple silbato en el campo, parece haberse convertido en el protagonista de un thriller con giros de guion inesperados dignos de Alfred Hitchcock.
Desde que la cuenta de X @Fanaticos_RMCF destapó el escándalo, los implicados han empezado a borrar información en LinkedIn a una velocidad digna del VAR en una jugada dudosa cuando conviene. Perfiles, conexiones y datos han comenzado a esfumarse como si alguien hubiera activado un botón de autodestrucción en sus cuentas.
Si no hay nada que ocultar, ¿por qué tanto empeño en borrar el rastro? Es una pregunta que queda en el aire mientras el escándalo sigue tomando fuerza.
El árbitro que no entendía inglés pero sí las conexiones empresariales.
Munuera Montero ha sido protagonista de episodios surrealistas en el terreno de juego. Recientemente, en un encuentro entre Osasuna y Real Madrid, mostró una tarjeta roja directa a Jude Bellingham por una supuesta falta de respeto. El problema es que el árbitro no entendió bien el inglés del jugador, lo que llevó a Carlo Ancelotti a ironizar sobre la situación con un elegante "No ha entendido el inglés de Bellingham".
Si en el césped el árbitro parece tener problemas con los idiomas, en el mundo empresarial parece hablar con una fluidez sorprendente. Una genial investigación periodística de David Vicente y Jorge Calabrés en "El Español" ha destapado conexiones empresariales sospechosas entre Munuera Montero y altos cargos de LaLiga, el VAR, la UEFA y la RFEF. En otras palabras, el árbitro no solo pita, sino que también parece moverse con soltura en los despachos donde se decide el futuro del fútbol español.
Sus decisiones en el campo son como un traje mal confeccionado: demasiado estrechas para algunos equipos y sorprendentemente holgadas para otros. Es como si el sastre hubiera cortado la tela con los ojos cerrados, dejando a todos preguntándose si el error fue del cliente o del modisto.
Pero la magia de este sastre no solo está en el arbitraje. Según "El Español", Munuera Montero es socio de altos cargos del VAR y de LaLiga en una red empresarial que cuenta con la UEFA y la RFEF como clientes. Traducido al lenguaje del fútbol: el árbitro no solo controla el partido, sino que también tiene intereses en el diseño del reglamento.
Si el Caso Negreira nos dejó claro que tener amigos en el arbitraje ayuda, lo de Munuera Montero y su "entramado empresarial" es para hacer un máster en cómo jugar con las cartas marcadas sin que se note (mucho). Porque, a ver, ¿cuáles eran las probabilidades de que un árbitro con conexiones con clubes como el Atlético de Madrid y con una empresa que colabora con el Manchester City, justo en la semana decisiva de Champions, decidiera dejar al Real Madrid con 10 jugadores en el minuto 39 por un simple malentendido?
Sí, porque el bueno de Munuera no solo dirige partidos, también tiene conexiones empresariales con LaLiga, Mediapro (conocida por ser un bastión de culés) y hasta la UEFA. O sea, los que organizan, retransmiten y supervisan las competiciones donde él mismo arbitra. ¡Más que un árbitro, parece el CEO del fútbol español!
Y, qué casualidad, días antes de que el Madrid se la juegue en el Bernabéu contra el City, Bellingham recibe una roja por hablar en inglés (idioma que, al parecer, Munuera entiende tan bien como un gato entiende álgebra). El Madrid, sin su estrella en Liga justo antes del partido clave de Champions, y el City, que curiosamente mantiene relaciones comerciales con la empresa en la que Munuera está metido, frotándose las manos.
¿Un nuevo "Caso Negreira"?
Cuando alguien menciona "árbitros" y "relaciones empresariales turbias" en la misma frase, el fantasma del Caso Negreira aparece como si de un susto de película de terror se tratase. Las similitudes son inevitables: un árbitro con conexiones en los despachos, una red de relaciones difíciles de justificar y una afición cada vez más escéptica con la imparcialidad del arbitraje en España.
No se trata de acusaciones directas, pero en el fútbol, como en las novelas policíacas, cuando demasiadas piezas encajan perfectamente, es normal que se enciendan todas las alarmas.
Mientras el escándalo de Munuera Montero y sus "amistades peligrosas" sacude el arbitraje, justo cuando se cumplen dos años desde que se destapó el mayor caso de corrupción deportiva de España y, probablemente, de Europa, LaLiga ha decidido sacar la lupa y ha denunciado ante el CSD un negociazo de 28 millones de euros con la venta de palcos VIP en el Camp Nou.
¿El problema? Que el Barça, que con estas operaciones mágicas ha podido inscribir jugadores y volver a la regla 1:1, lo hizo con el apoyo de una empresa de Emiratos Árabes llamada New Era Visionary Group, que casualmente se convirtió en proveedor del club en noviembre de 2024. Vamos, que esto suena más a ingeniería financiera que a una simple remodelación del estadio. Por lo visto, los inversores vienen de Catar y Emiratos, los mismos lugares de donde salió el dinero para reflotar las cuentas del PSG. Pero tranquilos, que si esto lo hace el Barça, es creatividad contable, no irregularidad.
Y por si fuera poco, resulta que el Atleti parece tener su propio Negreira, pero en una versión más moderna y refinada: sin sobres, pero con sociedades, contratos y un entramado empresarial que haría palidecer a cualquier experto en gestión deportiva. ¡Quién necesita maletines cuando puedes ser accionista del propio fútbol!
Ahora entendemos por qué Gil Marín prefiere sacar comunicados en la prensa solo cuando le interesa, o por qué la cuenta de Twitter del Atleti calentó el derbi de la semana pasada, pero evita hablar de la corrupción de Negreira en LaLiga y la Federación (de la que, casualmente, creo que es vicepresidente). Y claro, tampoco quieren explicar por qué esta temporada están teniendo arbitrajes tan favorables. No quieren hablar mucho porque, al parecer, tienen demasiado que esconder, pero eso sí, cuando el Real Madrid se queja, nos tachan de "El Trampas" y usan la excusa de que el club blanco no tiene derecho a opinar. Qué curioso, ¿no?
Conclusión: entre la justicia y la percepción pública
Munuera Montero se encuentra ahora en el ojo del huracán. Su carrera arbitral ya era cuestionada por algunos sectores, pero estas revelaciones han añadido una nueva capa de desconfianza sobre la transparencia del arbitraje español. Es curioso ver que el resto de clubs de España se unen y alinean para condenar una simple carta del único club que parece querer reformar el corrupto sistema arbitral, mientras se quejan del mismo jornada tras jornada (este fin de semana lo hicieron Alavés, Real Sociedad o el propio Rayo Vallecano), pero callan y hacen una genuflexión ante los escándalos del Caso Negreira, de las palancas de Barca Studios, de las plusvalías de la venta de Arthur, de la venta de los palcos vips y, sobre todo, de la ayudita extra del CSD para que Olmo y Víctor pudieran ser inscritos, una vez más.
Como en toda historia de suspense, quedan muchas preguntas por responder. Pero si algo ha demostrado el fútbol español es que, cuando hay ruido, casi siempre hay fuego, y si pensabas que ya estaba podrido... todavía puede estarlo aún más.